lunes, 6 de septiembre de 2010

Carta a la opinión pública (No quiero ser tricolor)


Hola, les habla la camiseta de la selección venezolana de fútbol, mejor conocida como “La Vinotinto”. He visto con preocupación en los últimos días cómo se ha iniciado una polémica a nivel nacional por el supuesto cambio de color que me quieren aplicar.

Primero que todo, y con el debido respeto, le digo algo sin que me quede nada por dentro: NO QUIERO SER TRICOLOR.

Mucho trabajo me ha costado ganarme el cariño de algunos, el respeto de otros y, sobre todo, que algunos hasta me lloren.

Son muchos años, nombres, resultados, derrotas apabullantes, victorias increíbles, en fin, sangre, sudor y lágrimas, para que ahora vengan (y no sé si por caprichos políticos u otra cosa) a cambiarme de buenas a primera.

¿O acaso no han escuchados hasta canciones que me han hecho? Sé que muchos se molestan porque me usan con fines de mercadeo, copiando “las cosas malas de los capitalistas”, pero eso no sólo lo hacen conmigo. Eso es parte del crecimiento que he tenido en los últimos años. ¿Por qué en vez de hacerlo porque les parece, no hacen una consulta? Pregúntenle a los Maldonado, Mendoza, Urdaneta, Arango, Morán, Dudamel, Angeluci y pare usted de contar. Ellos, más que ninguno, deberían saber si es justo y necesario el cambio. A mi parecer, ellos, quienes me han llorado, sudado, sufrido y celebrado, deberían ser los que tienen la última palabra.

De verdad no sé qué les pasa por la cabeza cuando piensan cambiar un color que ya es tradicional. Un color que tiene varios orígenes, unos folclóricos, otros lógicos, pero que a la final llegan a una misma conclusión: Soy SU Vinotinto. Esa que algunos burlan, pero que muchos, con gran sentimiento, celebran y defienden a muerte. Sólo quiero decirles que yo si estoy feliz de ser Vinotinto, que estoy orgulloso de ser lo que soy. Seguramente mis colegas del baloncesto, béisbol, voleyball y otros deportes de conjunto también les dirán lo mismo. Hemos pasado por mucho sufrimiento para ser lo que somos.

Creo que hay otras cosas más importantes en las que estar pendientes, como por ejemplo, mejorar las instalaciones en las que los amantes de mi color van a verme luchar. O por ejemplo mejorar las condiciones de vida de aquellos que con mucho orgullo me portan a nivel nacional e internacional.

Otra cosa, eso de cambiarme a tricolor es una total locura. El hecho de que me cambien de color no va a mejorar ni desmejorar lo que pueda hacer en el terreno. Pero ayudar a los que me usan sí que lo hará. Ya es tarde para ello, pero no es tarde para ellos.

Soy y quiero seguir siendo Vinotinto, porque de Vinotinto represento al tricolor. Además, se oye muy sabroso: “Viva la Vinotinto”. En caso de que se salgan con las suyas no los voy a perdonar. Ojalá no lleguemos a eso, porque cuando digan hoy juega el “Tri” preguntarán si es México o Venezuela. Cuando digan que es la de amarillo, azul y rojo preguntarán si es Colombia, Ecuador o Venezuela. En cambio cuando digan “Hoy juega la Vinotinto”, todos sabrán quien soy.

Dios les alumbre el camino y ojalá desistan de esa idea que no me gusta ni un poquito.

Los quiero…La Vinotinto

sábado, 31 de julio de 2010

Cuanto has crecido mi Vinotinto


Recién se formó en Venezuela la polémica por las declaraciones de Jeffrén Suárez. Una vez más, el jugador del Barcelona nacido en Venezuela expresó su deseo de vestir la camiseta roja de España por encima de la Vinotinto de Venezuela. Hay que recordar que Jeffrén nació en Ciudad Bolívar, pero muy joven emigró a territorio español. El es venezolano, pero también tiene la nacionalidad ibérica. El hecho de que prefiera jugar con el Campeón del Mundo y no con la Vinotinto no es un pecado (es una opinión personal). Simplemente que el muchacho quiere jugar con España porque se siente, futbolísticamente hablando, español. No por eso deja de ser venezolano. No por eso debe ser insultado y arrastrado por aficionados, periodistas y cuanta gente quiera dejarlo mal. Al final, se está vejando a un venezolano más.

Ojo, no es que no quisiera que Suárez vistiera la casaca nacional, al contrario, todos quisiéramos verlo con la Vinotinto porque sabemos la calidad del jugador catalán.

Analizando un poco más allá el tema de Jeffrén, creo que esto demuestra el crecimiento de nuestro. Estoy casi seguro que si Jeffrén hubiese dicho que no a la selección nacional hace 15 años, muchos hubiesen salido con un “claaaaaarrroooo…. Como va a jugar aquí. Que se quede en España”. O no faltaría alguien que dijera: “¿Mi alma y ese muchacho es venezolano?”

Pero el fútbol en nuestro país ha cambiado mucho, ha crecido mucho y los jugadores venezolanos con calidad de exportación sobran. Justamente, el tema Jeffrén volvió a saltar a la palestra pública al momento que el profesor César Farías hizo la convocatoria de la selección nacional que disputará un partido amistoso contra Panamá en el mes de agosto. Inmediatamente salieron los comentarios de los que están al día con la Vinotinto: “Hay falta ‘Ronnita’”. Otros se quejaron por la ausencia de Seijas: “Que bárbaro no llamaron a ‘Luisma’ que es tan bueno”. Esto demuestra que el fútbol y el futbolista criollo han crecido. De otra manera hubiésemos escuchado cosas como: “Si Jeffrén jugara con la Vinotinto fuera más fácil”. Pero nadie se acordó en ese momento del canterano del Barcelona, porque simplemente no es indispensable. No digamos que innecesario, pero si sustituible. Además salieron nombres como el de Amorebieta y Túñez que manifestaron su deseo de defender la casaca criolla. Una muestra más de que nuestro fútbol crece. En épocas anteriores ninguno de los dos hubiese dicho nada.

Nuestra Vinotinto, aunque les duela a muchos que aún no creen en ella, es grande señores. Nuestro orgullo patrio está cerca de cumplir esa meta de llegar a un Mundial (para mí no es un sueño porque se demostró que se puede).

La selección nacional ya no es una más de las tantas que hay en el mundo. Ya se respeta. Y gracias a Jeffrén por ponerla en boca de todo el mundo. A él, le deseo el mejor de los éxitos y ojalá triunfe con España y lo siga haciendo en el Barcelona. Es un compatriota y no puedo desearle lo contrario. A Túñez y Amorebieta, gracias por sentir el orgullo de ser Vinotinto, algo que se Dios les recompensará con éxitos en la selección. Ojo, soy periodista y sé que muchos ven mal que uno como profesional le ligue a tal o cual equipo. Pero lo de la selección nacional no es una fanatismo, en una pasión. Y así como se siente pasión por la profesión, por una mujer, o por un juego, no la puedo esconder.

Cuando estemos en Brasil quizá algunos me den la razón.

martes, 20 de julio de 2010

Me falta una barajita pa’ llenar el álbum

Sigamos en la onda de la imaginación. Si usted, amigo lector, no tiene tiempo de poner a volarla, es mejor que deje esto hasta aquí.

Fecha: 1 de junio de 2014.

Lugar: Cualquier rincón de Venezuela.


Tengo 14 años y, como todo muchacho fiebruo, ya tengo bastante lleno mi álbum Panini de Brasil 2014. Reúno el dinero de la cantina, trato de ganarle a mis amigos jugando partidas de futbolito plata de por medio, pido que sólo me regalen barajitas por mis buenas notas. Hago cualquier sacrificio para completar mi colección. Como siempre, hay barajitas difíciles. El escudo de Camerún, la de Lionel Messi (sigue siendo un crack) y el equipo de Brasil. Los chinitos y japoneses son todos iguales, cosa que se repite en muchas de las ediciones anteriores.

“Me salió Higuaín”, me gritó mi vecino sin salir de su casa. “Ya lo tengo bobo”, le dije. Al otro día voy al colegio y me recibe mi pana del salón con un notición: “loco ¿a que no sabéis lo que te encontré? La tarjetica de Messi”, me dijo.

Mi grito de emoción por poco me vale una citación y una firma en el libro negro, pero vale la pena. Con esa sólo me faltan tres. Algunos días después, mami me compró otro poco de sobrecitos: “Ve que no te compro más”, frase que me dice cada vez que me trae barajitas. Por el otro lado llega papi: “Te compré unas tarjeticas, pero no le vais a decir nada a tu madre”.

No pasan 30 segundos cuando mami ya le dice que deje de estar gastando la plata en barajitas que ella ya me compró. “Son tres paqueticos nada más”, dice él tratando de justificarse. Mami tiene un poder sobrenatural para saber cuándo papi me compra.

De los 8 paqueticos (mami me compro cinco y papi tres) no me sale ninguna. Sólo repetidas, que sumando estas, ya tengo más de 100. Bueno ni modo, me seguirán faltando tres… y ya el Mundial está por comenzar.

Ah, se me olvidaba, este álbum es especial. Por primera vez, en la página 45, formando parte del grupo C, está la Vinotinto.

Sigo con mi rastreo de las tres barajitas que me faltan, el equipo de Brasil lo logro divisar a lo lejos. Eran como 1500 metros de distancia (quizá eran muchos menos), pero lo reconocí enseguida. El amarillo resalta desde lejos y raudo y veloz llego al poseedor de ese tesoro.

“Loco, te cambio el equipo de Brasil por 10 barajitas que vos escojáis”, le dije. “¿Pa’ ver cuales tenéis?”, me dijo mi negociante. Después de ver un largo rato escogió las 10 que se iba a llevar. No me importa, tengo más de 100 repetidas y ahora sólo me faltan dos.

No paso mucho rato cuando el mismo mercader de cromos que estaba en el colegio y me quitó 10 figuras por una sola me dijo: “Mirá, también tengo una que no tiene casi nadie”, y sin mediar palabras, me mostró el escudo de Camerún. “Que molleja”, pensé. “¿Cuántas queréis por esa?”. Como buen negociante, sin darle muchas vueltas me dijo: “dame 20 pues”. Pensé: “si le doy 20 me quedarán 80 para cambiarlas por una sola que sería lo que me va a faltar”. “Dale pues”, accedí.

Ahora sólo me falta una. Pero creo que será la más difícil.

Es la del líder goleador de la temporada del fútbol español. No no es Messi, ya la tengo. Tampoco Forlán, ya no fue al Mundial. Venezuela lo dejó fuera. Sí señor, es Salomón Rondón, que luego de un paso triunfal por el Málaga fue fichado por el Real Madrid y ahora hace pareja de ataque con Hiugaín. No será fácil. Pero sin embargo, al mejor estilo CSI, logré dar con su paradero.

No me importó cambiar las 80 repetidas que me quedaban. Había llenado mi álbum, “Salo” fue el último, pero el más gratificante. Ya lo tengo todo. Y para que no me digan mentiroso, aquí les dejo una copia de la barajita.

PD: El montaje de la barajita es propio, como verán no soy diseñador.




lunes, 19 de julio de 2010

Las secuelas de la conversación…


Luego de esa charla sorpresiva que tuve con la Vinotinto, pase una noche sin dormir (eso creí). Sólo reflexionaba y pensaba. Acostado y mirando al techo, como por arte de magia, el concreto que me protege en mi habitación se convirtió en una pantalla gigante.

Y me pregunté: ¿Por qué no vamos a un Mundial?

Inmediatamente, en ese cine imaginario que tenía sobre mi cabeza, comenzaron a aparecer proyecciones.

Goleadas ante Brasil, Argentina y otros más. Derrotas humillantes en casa. Jugadores que le sacaban el cuerpo a la selección hace años, porque era más rentable quedarse en sus equipos (esto me lo contó un jugador venezolano de amplia trayectoria).

Ahí estaba la respuesta. O por lo menos una parte de ella.

Venezuela, simplemente no está preparada para una Copa del Mundo. Y lloré de impotencia, porque no quería que estos tristes recuerdos volvieran a mi mente. Y cerré los ojos con la intención de dormir, para pasar ese despecho patrio que produjeron en mí esas feas imágenes, tristes, pero realistas.

Sin embargo recordé una frase que me dijo la franela en la charla dominical: “Ya no soy la que todos ven con indiferencia”.

Y nuevamente me volví a preguntar: ¿Por qué no voy a un Mundial? (Ya aquí me convertí en un egoísta y agarré la Selección para mí solo)

Pero no podía dar crédito a lo que veían mis ojos. En mi cine personal, caravanas de gente celebraban el triunfo de Italia en el 2006 en Maracaibo. Retrocedí la película a ver que encontraba y fue peor. Como si fuera un carnaval de Río de Janeiro, algunas chicas mostraban sus torsos desnudos, en plena tarde dominical marabina, para celebrar el quinto título de Brasil. Y volví a llorar, pero esta vez de rabia, tristeza y hasta rencor.

Ahí si estaba la verdadera respuesta. Recordando la frase de la casaca Vinotinto, me di cuenta que es cierto que se ha ganado el respeto, que ya no la ven con indiferencia, pero no todos piensan igual. Y los que no sienten ese respeto son sus propios dolientes. Esos que la deberían llevar más orgullosos que cualquiera. Pues sí, la Vinotinto se ganó el respeto de Brasil, de Uruguay, de Chile, de Paraguay, de Argentina y de todo el mundo, pero no de los venezolanos.

Ahí, como un gladiador vencido en la arena, me rendí. No podía pelear contra la peor bestia que me encontré en mi lucha imaginaria: La indiferencia de los venezolanos. Triste, dolido y sin esperanza volví a cerrar los ojos. Nunca iré a un Mundial. Y perdí.

Pero como un milagro de Dios, cuando ya el sueño me vencía, apareció la figura de Ruberth Morán celebrando un gol contra Uruguay en el “Pachencho” Romero. Y seguidamente apareció Ricardo David Páez marcando en Chile. Rápidamente apareció Arango metiendo uno de los tres que se llevó Uruguay en el Centenario. Y Farías celebrando en la altura de La Paz una victoria histórica (ni Argentina ni Brasil pudieron ganar ese año en Bolivia). Y la fuerza volvió a mí. Como el mejor Gladiador, entendí que no todo estaba perdido. Que ya se está haciendo lo más importante. Que los resultados ya están llegando. Y levanté la vista al cine imaginario y ahí estaban los muchachos cantando el himno en Egipto. Y como el Ave Fénix, reviví de mi tristeza, me dirigí a mi closet y saqué mi Vinotinto. Me la coloqué y dormí muy tranquilo. “SI VAMOS A UN MUNDIAL”, le dije. Ella, con un susurro en mi oído completó: “y van a creer en mí, lo sé”.

domingo, 18 de julio de 2010

Conversación de un domingo que parecía normal

Una mañana normal, de un día normal, ocurrió algo nada normal. Me levanté sin saber que ese domingo tendría la charla más impactante de mi vida. Como un domingo cualquiera, abrí el closet para buscar una franela para ir a comprar el desayuno. Viendo a ver cuál escogía, la Vinotinto, con el escudo de la FVF, resaltó entre todas. Sin embargo, no fue para ponérmela. Fue porque me quería contar algunas cosas. A continuación trataré de transcribir la conversación lo más parecido que pueda.

Vinotinto: Hola.

Yo: (Totalmente sorprendido me quedé sin palabras)

Vinotinto: ¿Te sorprende que te hable?

Yo: Claro, no esperaba que una franela hablara.

Vinotinto: Lo que pasa es que estoy un poco triste, como me ocurre cada cuatro años.

Yo: Pero cuál es el problema, ¿hay algo que pueda hacer por ti?

Vinotinto: Claro que hay algo que puedes hacer por mí, pero te lo explico más adelante. Quiero que sepas el motivo de mi tristeza. Resulta, que como cada cuatro años, me siento desplazada en mi propio territorio. Sé que no he ido nunca a un Mundial de Mayores, pero eso no quiere decir que no me quieran. Sé que muchos no creen en mí, e incluso hay algunos que quieren que jamás viaje a un Mundial. Pero yo sí creo en mí, y sé que quienes me sudan también.

Yo: (interrumpiendo) Pero yo sí creo en ti. Por algo estás en mi closet.

Vinotinto: Si, pero debería estar en todos los closet de Venezuela, o por lo menos en algunos.

Yo: ¿Y no crees que se ha avanzado mucho en eso?

Vinotinto: Si claro, pero igual me siento marginada en mi propia casa cada cuatro años. Siempre hay más amarillas, azules, rojas, celestes con blanca, pero son pocas las vinotintos que veo en la calle para los mundiales.

Yo: Claro, en eso tienes toda la razón. Pero creo que poco a poco eso va cambiando. De hecho, antes era imposible conseguirte en una tienda oficial. Ahora sí te encontramos.

Vinotinto: Pero igual pagan más por una amarilla o una azul que por mí. Parece que les diera pena llevarme.

Yo: ¿Pena? ¿No será que no se ha hecho lo suficiente para que todos te quieran?

Vinotinto: No sé qué es suficiente. Hemos sufrido, llorado, reído, celebrado y la gente aún no se identifica con estos colores. ¿Recuerdas el día histórico de Boston?

Yo: Claro, cómo olvidarlo, se le ganó a Brasil 2-0.

Vinotinto: Bueno. Yo estaba en Boston, pero te pregunto: ¿Aquí hubo caravanas?

Yo: La verdad es que no. Pero, no es por defender a la gente, aquí sólo celebran en los mundiales.

Vinotinto: Es lo que yo digo. El hecho de que yo no haya ido a un Mundial no quiere decir que no sea digna. Sí lo soy, además no se imaginan el sufrimiento que yo he pasado para ganarme el respeto de los demás. Ya no soy la que todos ven con indiferencia. Poco a poco me he ganado el respeto de mis rivales. Los muchachos me han sudado con orgullo y además cada vez que me tienen que usar se han sentido parte de un grupo que representa un sentimiento nacional. Ellos sí creen en mí, sé que algunos (no sé tú) si creen en mí.

Yo: Claro que creo en ti. Conozco muchos que creemos en ti y que podemos ayudarte. Ahora, ¿qué es lo que puedo hacer por ti?

Vinotinto: Úsame con orgullo, no por moda. Llora cuando me vaya mal, pero también de alegría. Dile a los demás lo que se siente cuando te visto. Muéstrame en toooooodo el mundo. Pero sobre todas las cosas: Cree en mí.

Yo: Claro que lo haré. Hoy, mañana y siempre. Soy venezolano y estoy orgulloso de lo mío. Me gusta ver el Mundial, pero no sé lo que es vivirlo porque nunca te he visto en él.

Vinotinto: Bueno entonces no me guardes muy lejos del resto de tu ropa. Y trata de cuidarme porque dentro de cuatro años, tú y los demás estarán más orgullosos que nunca de ser Vinotinto, porque en Brasil estaré presente. Créeme. Así será.

Más o menos así fue la charla que hoy, me llenó de orgullo y me hizo pensar. ¿Por qué es tan difícil que todos crean en la Vinotinto? Claro, no tenemos el poder mediático que tiene Argentina, ni las cinco estrellas de Brasil, ni la moda de la España campeona del mundo. Pero tenemos algo más grande que todo eso, el orgullo de ser venezolanos.


PD: La conversa fue mucho más larga, hablamos de la gente que ha hecho todo por verla en lo más alto y por algunos que la quieren ver hundida. Estos últimos no vale la pena ni mencionarlos.

viernes, 16 de julio de 2010

Del Mundial a la vida real (Y Brasil 2014)

No es fácil esperar cuatro años para ver una Copa Mundial de la Fifa y que, en sólo un mes, todo se acabe. Pasamos cuatro años sin ver el Mundial, pero en un mes nos acostumbramos rapidísimo a él.

Después del domingo 11 de julio, he visto varias veces el penal de “El Loco” Abreu (LA PICÓ, LA PICÓ, LA PICÓ… grande Sebastián), el palo de Forlán ante Alemania, el golazo de Tevez a México (no el offside), los contragolpes alemanes y la hermosura del toque español.

Pero cuando terminan y miró a mi alrededor me pregunto ¿Qué pasó? ¿Cuándo viene el otro Mundial? Sin duda que, a pesar de todo lo que opinemos de la Fifa, no hay nada como la Copa del Mundo.

No se imaginan cuantas veces he leído en una semana “Fútbol a sol y sombra”, del maestro Eduardo Galeano. Gracias a mi amigo Juan Manuel Finol, tengo en mi estante “¿Por qué tantas victorias?”, el famoso libro de José Mourinho. Revistas, folletos, suplementos y cuantas cosas puedan imaginar de Sudáfrica 2010.

Pero nada es igual. Es necesario revivir un gol, no importa de quien sea, para sentir la emoción, adrenalina, rabia o cuanto sentimiento tenga el cuerpo humano que sólo el contacto de la redonda con las redes es capaz de despertar.

Pero no todo es malo, a los que nos gusta ver el fútbol por el simple hecho de ser fútbol, disfrutamos una buena lectura, las noticias que aparecen todo el año, los resúmenes y cuanta cosa tenga que ver con un balón y 22 jugadores.

En particular veo, sigo, creo y confío en el fútbol venezolano. Menos mal que ya está por rodar el balón en las canchas del país. Lo mismo en el resto del mundo. España, Italia, Inglaterra, Argentina, Colombia, Alemania por nombrar algunas ligas. Sin duda que la transición de vivir el Mundial a la vida real no es nada fácil.

Es como si alguien te prestara un Camaro para ir a dar una vuelta y luego te digan: “Sigue caminando”. Es un duro golpe ¿no?

Pero si algo hace maravilloso al fútbol es su capacidad de estar presente en todo el año. En cualquier parte del mundo hay alguien que se convierte en la vía de escape domingo a domingo. Corriendo por aquí, pasándola para allá, levantando el centro, rematando al arco y gooooooolllllllllll…..

Gracias a Dios el fútbol no descansa tanto tiempo, porque como dice el maestro Galeano “Es el opio de los pueblos”. Ya terminó el mundial, los días siguientes son de melancolía, recuerdos (alegres y tristes), y una laaarga espera. Lo único bueno de que Sudáfrica ya haya bajado el telón es que falta menos para Brasil 2014 y ese, estimados amigos, será el Mundial que viviremos con mayor emoción, porque en 2014, todos serán vinotinto. Venezuela conseguirá su clasificación y, por primera vez en la historia, algunos lloraran con el Gloria al Bravo Pueblo mientras de ondea la bandera tricolor al lado de la de la Fifa. Les garantizo que es una experiencia inolvidable. ¿Qué cómo los se? Porque me pasó en Egipto 2009. Si, lo confieso, lloré cuando Romo, Salazar, Sema, Minino, Del Valle, Salo, Louis Ányelo, Camacho, Pepe, Víctor Pérez y Rafa Acosta, cantaron en El Cairo nuestro himno. Ellos son nuestra esperanza, que más que eso, es una realidad.

jueves, 15 de julio de 2010

El William Wallace sudamericano




“William Wallace, nombre del protagonista en ‘Braveheart’ (Mel Gibson) es un rebelde escocés, que lidera una revuelta popular contra el cruel rey Eduardo I de Inglaterra apodado ‘Longshanks’ (El Zanquilargo) (Patrick McGoohan), que quiere conseguir para él la corona de Escocia y anexionarse el país, aprovechando que el último rey no tuvo herederos”. “Su valor, carisma e inteligencia hace que sus filas se llenen de voluntarios” (Tomado de Wikipedia).

Los invito a todos a que hagamos un ejercicio entretenido. Cambiemos las palabras: William Wallace por Diego Forlán, “Braveheart” por “La Celeste”, Escocés por uruguayo y así sucesivamente. Creo que se puede recrear la misma historia, sólo que en vez de los campos escoceses, estos serían sudafricanos.

Porque eso fue Diego Forlán. El guerrero dentro de los rebeldes. El cabecilla de una rebelión que, a puro corazón y fútbol, logró estar entre los cuatro mejores del mundo. Uruguay demostró que en el fútbol el orgullo puede más que el físico. Que el atrevimiento te puede llevar lejos (pregúntenle a Luis Suárez). Que la irreverencia te hace grande (la picó el “Loco” Abreu… POR DIOOOS), y que el corazón empuja más que cualquier orden táctico.

Pero si algo tuvo la celeste, fue la famosa “Garra Charrúa”, encabezada, claro está, por el William Wallace sudamericano. El mejor jugador del Mundial Sudáfrica 2010 (más que merecido en mi opinión), ese que hasta el último suspiro de la competición, le dio vida a Uruguay estrellando una pelota en el travesaño ante Alemania. El delantero del Atlético de Madrid. El que sacrificó todo por un ideal, por un sueño, por un anhelo. El que con el “10” en su espalda, representó a más de cuatro millones de uruguayos que eran sus botas.
Si fuera español, Pepe Reina dijera más o menos algo así: “Y ahora con ustedes, señoras y señores, el alma del campeón, el ‘cojonudo’, el que nos empuja a llegar al final… con ustedes Diego ‘Cachavacha’ Forlánnnnnn”.

El recibimiento de héroe de “Cachavacha” no fue producto de la suerte ni de la casualidad. Su pegada, su coraje y su humildad, lo convirtieron en el mejor jugador del evento futbolístico más importante del planeta. Forlán es Uruguay… y Uruguay es Forlán.

Este William Wallace, de 31 años, cambió sólo de paisaje y de arma. En vez de las praderas escocesas, escogió los estadios sudafricanos. Y la espada la cambió por dos peligrosas piernas de gran pegada. Pero sus ideas eran las mismas. Luchar contra 31 reyes que querían apoderarse de un trono. Con humildad, y poco presupuesto (por decirlo de algún modo), Forlán comandó una tropa que, si bien no logró hacerse con el trono, demostró que es un ejército digno y peligroso. Que con buena táctica y la “Garra” puede estar entre los grandes. Humilde, pero con el Corazón Valiente, Uruguay está en la cima.

Ah... antes de despedirme, ¿recuerdan los colores con los que Mel Gibson se pintó la cara en “Braveheart”?... No fue casualidad.